Tradujo y adecuó 50 fábulas de Esopo, les escribió moralejas rimadas y
un pequeño glosario con los nombres de los animales que aparecen en su
libro, con notas etimológicas y traducción al castellano, como se hacía
entonces. "Quería instruir deleitando, siguiendo la influencia
neoclásica y dar buenos cuentos con los que disfrutar", explica la
profesora y filóloga de la Universidad del País Vasco Amaia Álvarez en
el artículo 'Un paseo por la literatura infantil y juvenil vasca escrita
por mujeres'. En el prólogo de sus 'Ipui onak' (1804), los 'Cuentos
buenos', Bizenta Mogel Elgezabal (Azkoitia, 1872-Bilbao, 1854) se
disculpa por atreverse a escribir, cosa que "en absoluto" le atañía dada
su condición de mujer, ya que por aquel entonces una chica de 22 años
que sabía euskera, castellano y latín, hacía traducciones y había leído a
Fredo, Esopo y Virgilio no era algo muy habitual. Ayudó el hecho de que
su tío de Markina, sacerdote ilustrado y escritor, le educara, a ella y
a sus hermanos, desde la muerte de su padre, médico en Azkoitia, que
murió joven. Más tarde su marido le dio la oportunidad de publicar su
trabajo porque tenía una imprenta que había heredado de su padre, y
"cabe destacar que el matrimonio no tuvo descendencia, situación que
favoreció su labor de escritora y traductora, ya que si hubiera tenido
hijos es posible que no hubiera podido entrar en el mundo de las
letras".
Bizenta Mogel quería llevar las luces de la ilustración a su pueblo,
Azkoitia. Así pues, la autora ofrece su obra a los niños y niñas y a los
campesinos. Con este trabajo empieza la literatura infantil y juvenil
en lengua vasca. Según recoge la Enciclopedia Auñamendi, escribió otras
obras, como 'Gabonetaco cantia Bizkaitar guztientzat' (Canción de
Navidad para todos los vizcaínos), en 1819, tonada recogida en la
antología de Mahn; y tradujo en 1820 la pastoral episcopal con el título
de 'Espaiñako Gotzaiburuaren Artzai idazkia' (Carta Pastoral del
Primado de las Españas); y colaboró en la corrección de los textos del
alavés José Pablo de Ulíbarri Galíndez, archivero-contador de la
Anteiglesia de Abando (Bizkaia). Ejerció como profesora en la Sociedad
de Amigos del País; se casó con Eugenio Basozabal y murió en Abando en
1854. Habrá voces que digan que Bizenta no escribió mucho o escribió
sólo para niños. Sí, es verdad. Pero basta examinar cinco de las
historiografías de la literatura vasca (las de Kortazar, Michelena,
Mujika, Sarasola, Villasante) para saber que también hay muchos hombres
que han escrito muy poco y que, no obstante, se incluyen en el mundo de
la literatura. ¿Es suficiente crear una obra para ser escritor? Es otro
debate, pero el hecho es que para los hombres, sí. Por ejemplo, el único
libro de Pedro de Axular (Urdaz, 1556-Sara, 1664) 'Gero' (Después), un
trabajo en prosa que ocupa más de 600 páginas donde habla sobre los
peligros y las consecuencias fatales que tiene retrasar y posponer los
quehaceres y reconocido a través de los siglos como la obra maestra y
cumbre de la literatura vasca, y nadie duda de que fue un gran escritor.
Por otra parte, también se considera escritores a muchos autores
vascos, varones, que han traducido una obra.
Pero volvamos a los 'Cuentos buenos' de Bizenta Mogel. En su
localidad natal, Azkotia, hay varios concursos de cuentos y entregas de
premios a su nombre desde hace años. Al parecer, siempre fue una niña
inquieta. Con ocho años le pidió a su tío, el sacerdote Juan Antonio
Mogel, que le enseñara latín. Este no quería, pero cuando vio que los
verbos se los aprendió de tirón se dio cuenta de que era una niña lista y
accedió. Por aquel entonces circulaban por Europa una colección de
fábulas. El tío de Bizenta utilizaba estas fábulas para enseñar
religión. Bizenta empezó a traducirlas y adecuarlas al lenguaje infantil
y al euskera. A modo de ejercicio, las pasaba del dialecto vizcaíno al
guipuzcoano. Su intención no era, como en el caso de su tío, enseñar
religión con estas fábulas, sino una especie de código para hacer las
cosas bien, y reescribió los cuentos para los hijos de los campesinos.
La escritora opinaba que las historietas que a ella le habían contado de
pequeña no eran muy cultas ni buenas, y quería darle una vuelta a este
asunto. En casa de su tío estudió los clásicos, además de francés y
filosofía. Tenía muchas ganas de aprender.
Fue una mujer adelantada a su tiempo. 'Ipui onak' se publicó en 1804.
Para entonces, su tío tenía escrito 'Peru Abarka', pero no vería la luz
hasta 1881. El libro de Bizenta Mogel tiene dos prólogos, uno dirigido
al lector euskaldun. Al final de la publicación hay otro añadido
titulado 'Adigarria' (Explicación), donde, con buenas dosis de
atrevimiento, explica que estaba más a gusto discutiendo sobre libros en
las reuniones de su tío y escribiendo que haciendo los quehaceres
propios de una mujer de la época. Se daba perfecta cuenta de que se
salía de la norma.
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